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Nos gustó mucho la estancia y la amabilidad de su dueño , las calles y rincones de Maderuelo, la actividad de piragüismo con Elisa de flotandovoy, los restaurantes con sus terrazas para mirar el entorno natural y su silencio para descansar.

Es un pueblo donde el tiempo se ha parado. Pasear por las calles de piedra sin tropezarte con los demás se agradece. Los perros son libres, de algún dueño, pero entran y salen de su casa como uno más. El pantano da mucho juego. Es gracioso ver y escuchar las colmenas de abejas dentro de los muros de la iglesia, o encontrarse con un ciruelo silvestre en medio del pueblo con frutos muy dulces y perfumados. Volveré sin duda.

Es un bonito pueblo medieval situado en lo alto de un cerro rodeado de un embalse al cual se accede a través de un impresionante puente de piedra. El pueblo tiene bastantes edificios interesantes de ver y bien conservados, aunque hay algunas casas en ruina o mal conservadas (incluido el castillo) que afean el conjunto. Existen varios miradores en lo alto del pueblo con vistas de paisajes impresionantes. La oferta de restaurantes es escasa, 3 o 4 en el propio pueblo más una terraza-merendero cruzando el puente junto a una ermita, y es casi imposible cenar más tarde de las 21 h. Dada su orografía y estrechez de las calles, se hace complicado circular y estacionar en días con afluencia de turistas. Por otra parte, está ubicado cerca de lugares de interés como el Parque Natural de las Hoces del Río Riaza o el bonito pueblo medieval de Ayllón.

Pueblo pequeño pero con encanto, en las cercanías hay mucho para ver, diversos sitios donde comer y rutas para pasear. ¡Coge el desayuno, en el pueblo no hay nada temprano!